Esta es la historia de un niño llamado Cristian. Todos los días Cristian se peleaba con su hermana, con sus padres, vecinos, con los compañeros de la escuela...y no se le pasaba fácilmente la bronca, al contrario, a la noche cuando se iba a acostar, recordaba lo sucedido y eso hacia aumentar mas su enojo, continuando con las discusiones al día siguiente.
Una tarde, su padre le entrego un paquete. El niño muy curioso lo desenvolvió rápidamente y se sorprendió muchísimo al ver ese extraño regalo: era una caja de clavos.
El padre lo miro muy serio y le dijo:
-Hijo mio, te voy a dar un consejo: cada vez que pierdas el control, cada vez que contestes mal a alguien y discutas, clava un clavo en la puerta de tu habitación.
Sin entender mucho, Cristian obedeció a su padre.
El primer día clavo 40 clavos en la puerta. Los días pasaron y fue aprendiendo a controlar su rabia, por lo tanto la cantidad de clavos comenzó a disminuir 20, 12, 8...
Descubrió que era mas fácil controlar su temperamento que clavar los clavos en la puerta.
Finalmente llego el día en que el niño no discutió ni se enojo con nadie. Enseguida fue a contarle a su padre, quien le dijo que por cada día que pudiera controlar el enojo, sacara un clavo de la puerta.
Los días transcurrieron y Cristian logro quitarlos todos. El padre, muy conmovido por ello, tomo a su hijo de la mano y lo llevo hasta la puerta, donde le dijo: "Lo hiciste muy bien, hijo mio,pero mira como quedo la puerta, mira los agujeros...la puerta de tu habitación nunca volverá a ser la misma".
Cuando te enojas con alguien y le decís cosas con rabia, dejas cicatrices iguales que estas. Podes pedir perdón mas tarde, no importa cuantas veces, pero las palabras que dijiste ya provocaron una herida. Recuerda siempre hijo: una herida verbal es tan dañina como una física, por eso respeta siempre a todos, jamas lastimes ni digas cosas hirientes ya que hay daños que son irreversibles y no hay perdón que las cure."
Cristian comprendió la enseñanza de su padre y le agradeció profundamente: se dio cuenta de que al enojarse no solo causaba daño a los demás sino que también se dañaba a si mismo. A partir de ese momento jamas volvió a tener que controlar su ira porque decidió actuar siempre guiado por el amor.
Cuantos clavos has clavado en tu puerta? Haz pensado antes de herir a alguien? Cuantas veces pediste perdón?
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El padre lo miro muy serio y le dijo:
-Hijo mio, te voy a dar un consejo: cada vez que pierdas el control, cada vez que contestes mal a alguien y discutas, clava un clavo en la puerta de tu habitación.
Sin entender mucho, Cristian obedeció a su padre.
El primer día clavo 40 clavos en la puerta. Los días pasaron y fue aprendiendo a controlar su rabia, por lo tanto la cantidad de clavos comenzó a disminuir 20, 12, 8...
Descubrió que era mas fácil controlar su temperamento que clavar los clavos en la puerta.
Finalmente llego el día en que el niño no discutió ni se enojo con nadie. Enseguida fue a contarle a su padre, quien le dijo que por cada día que pudiera controlar el enojo, sacara un clavo de la puerta.
Los días transcurrieron y Cristian logro quitarlos todos. El padre, muy conmovido por ello, tomo a su hijo de la mano y lo llevo hasta la puerta, donde le dijo: "Lo hiciste muy bien, hijo mio,pero mira como quedo la puerta, mira los agujeros...la puerta de tu habitación nunca volverá a ser la misma".
Cuando te enojas con alguien y le decís cosas con rabia, dejas cicatrices iguales que estas. Podes pedir perdón mas tarde, no importa cuantas veces, pero las palabras que dijiste ya provocaron una herida. Recuerda siempre hijo: una herida verbal es tan dañina como una física, por eso respeta siempre a todos, jamas lastimes ni digas cosas hirientes ya que hay daños que son irreversibles y no hay perdón que las cure."
Cristian comprendió la enseñanza de su padre y le agradeció profundamente: se dio cuenta de que al enojarse no solo causaba daño a los demás sino que también se dañaba a si mismo. A partir de ese momento jamas volvió a tener que controlar su ira porque decidió actuar siempre guiado por el amor.
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Que maravilla de lectura, es verdad que el dolor que sentimos más a menudo en físico, pero el del alma, es mil veces peor.
ResponderEliminarSaludos,
Óliver.G
Julieta, te abrazo desde el alma, muy buen post.
ResponderEliminarGracias Oliver por tus palabras, LoboViejoVerde como siempre un abrazo desde el alma.
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